lunes, 11 de abril de 2011

La Voz del Bosque

Hace muchos años, en el siglo tercero después de Cristo, el Rey Tsao envió a su hijo, el príncipe Tai, al templo a estudiar bajo la dirección del gran Maestro Pan Ku. Debía estudiar profundamente la ley y la filosofía, el arte de la guerra y la gestión, porque el Príncipe Tai estaba predestinado a suceder a su padre como rey y por tanto Pan Ku debía enseñarle al niño los principios básicos para ser un buen gobernante. Cuando al niño llegó al templo, el maestro lo envió solo al bosque de Ming Li. Después de un año el príncipe retornó al templo para describir los sonidos que había escuchado en el bosque.

Cuando el niño retornó, el Maestro le pidió que describiera todo lo que había podido oír. “Maestro”, respondió el príncipe, “Pude escuchar el canto del Cucú, el crujido de las hojas, el murmullo de los colibríes, el concierto de los grillos, el ulular de la hierba con el viento, el zumbar de las abejas, el susurrar y el grito del viento. Cuando el príncipe terminó, el maestro le pidió que regresara al bosque a escuchar qué más podía oír. El príncipe estaba consternado por el pedido del maestro. ¿No había acaso percibido ya cada sonido?

Durante días y noches enteras, el joven príncipe se sentó solitario en el bosque escuchando, pero no oía sonidos distintos a los que había oído. Entonces, una mañana en que el príncipe se sentó, silenciosamente bajo los árboles, empezó a percibir sonidos leves, diferentes a aquellos, que siempre había escuchado. Entre más escuchaba con agudeza más claramente se tornaban los sonidos. El sentimiento de iluminación cubrió al niño: “Éstos son los sonidos que el maestro deseaba que yo percibiera” reflexionó.

Cuando el príncipe Tai regresó al templo, el Maestro le preguntó que más había oído. “Maestro”, respondió el príncipe reverentemente, “cuando escuché más atentamente pude oír lo inaudible; los sonidos de las flores al abrirse, el sonido del sol al calentar la tierra y el sonido de la hierba bebiendo el rocío mañanero”

El maestro movió su cabeza en señal de aprobación. “Para oír lo inaudible” reafirmó Pan Ku, es necesario disciplinarse así como para ser un buen gobernante. Porque sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar de cerca el latido del corazón del pueblo, percibiendo sus sentimientos no comunicados, las penas no expresadas y las quejas no dichas, puede inspirar la confianza de su pueblo, entender cuándo está equivocado e identificar las verdaderas necesidades de sus ciudadanos”.

El fracaso de los Estados viene y se da cuando los líderes escuchan sólo las palabras superficiales y no penetran profundamente en el alma del pueblo para oír sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos”.  Como para reflexionar muy pero muy en serio...

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