Cuando uno hojea las páginas de los diarios y se topa con la sección de los anuncios de empleo no existe ni un solo que no incluya en su convocatoria la palabra “proactivo”, este término que la puso de moda, entre otros, el libro "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva" de Stephen Covey es usado a diestra y siniestra para definir a un trabajador que se adelante a las circunstancias y no espere sentado las consecuencias, un tipo optimista, creativo, impulsor de metas y desafíos personales, seguro y oportuno en sus decisiones, asertivo en sus planteamientos, capaz de vencer los miedos para generar cambios, de anticiparse a los problemas para prever soluciones, capaz de actuar según sus sueños, receptivo a las diferencias e imprevistos y siempre en la búsqueda de nuevas alternativas en vez de malgastar su tiempo en lamentos. Concentra su energía en aquellas cosas sobre las que puede hacer algo. En resumen, ser proactivo significa saber tomar al toro por las astas, solucionar problemas con creatividad y rapidez en vez de quedarse estático llorando sobre la leche derramada, postura que siempre toman los reactivos, que son aquellas personas cuya conducta y estado de ánimo se ve absolutamente influenciado por su entorno, están bien sólo cuando lo que los rodea está bien ya que dependen de las circunstancias en vez de generarlas, manejarlas y mejorarlas.
El Dr. Covey asume la Proactividad como el primer hábito para desarrollar el carácter, lo describe como el hábito de la responsabilidad que busca como resultado la libertad de nuestras acciones; la proactividad se refiere a que ante cada estímulo del medio ambiente tenemos la habilidad de decidir la respuesta que queremos dar, esto quiere decir que no somos esclavos de las acciones que sobre nosotros se efectúan, sino libres ejecutores de nuestra conducta. Un ejemplo práctico en nuestra vida es el de un chofer de un automóvil que nos grita una obscenidad o nos toca el claxon insistentemente. En este caso nuestra respuesta puede variar desde tomar un arma y dispararle para luego sufrir las consecuencias legales de nuestra conducta hasta simplemente ignorarlo y no dejar que altere nuestra tranquilidad. Lo importante es que la decisión es nuestra, que somos los responsables de nuestra conducta.
Pero la proactividad no es una cualidad nueva ni un plus especial en seres evolucionados respecto a los demás, es más bien desarrollar al máximo la capacidad de ponerse en el lugar de los demás con la finalidad de poder –desde un panorama más amplio- observar con más claridad y precisión todo el contexto de la situación surgida. En el mundo actual, con tan vertiginoso crecimiento urge personas auténticamente proactivas, no sólo aquellas que se cuelgan el cartelito desde un currículo para llamar la atención de un posible empleador; para eso es una costumbre saludable alentar en nuestros subordinados, alumnos e hijos actitudes tales como el involucramiento, la receptividad a las diferencias tomándolas como una oportunidad para encontrar múltiples soluciones y puntos de vista, la creatividad, la comunicación asertiva, la iniciativa y el optimismo, todo lo cual reforzado con incentivos llegará a ser en corto plazo su forma de vida natural y no un comportamiento obligado.
Recuerde, la proactividad es una serie de conductas que deben concurrir en forma convergente en el desempeño cotidiano y real, no es un rasgo o característica abstracta, que alguien puede ofrecer o la empresa requerir, ser proactivo es darnos una posibilidad más allá de las soluciones obvias de responder al problema de una forma nueva, más dinámica, menos reactiva, tomando el liderazgo de nuestra propia vida, sólo así seremos mejores profesionales y desde luego mejores personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son siempre muy bien apreciados. Muchas gracias.